Las baterías de plomo-ácido inundadas, la opción tradicional, tienen electrolitos líquidos que fluyen libremente dentro de sus celdas, lo que requiere una instalación vertical para evitar fugas. Su construcción las hace más propensas a derrames y fugas si no se manejan con cuidado.

Las baterías AGM, por el contrario, utilizan una estera de fibra de vidrio para mantener el electrolito en su sitio, ofreciendo un diseño a prueba de derrames y fugas que puede montarse en varias posiciones sin riesgo de fugas.

Las baterías de plomo-ácido inundadas requieren comprobaciones periódicas para asegurar que los niveles de líquido son adecuados y evitar la sulfatación. Además, las baterías AGM no necesitan rellenarse de agua con regularidad, como sus homólogas inundadas, lo que permite un suministro de energía más eficiente y una mayor tensión de salida.

En términos de vida útil, las baterías AGM suelen superar a las baterías de plomo-ácido inundadas: una batería AGM en buen estado puede durar hasta 7 años, frente a los 3-5 años de estas últimas.

¿Cuál es mejor? Depende de los requisitos específicos de la aplicación, las limitaciones presupuestarias y la capacidad de mantenimiento. Las baterías AGM son preferibles para aplicaciones de alto rendimiento, críticas para la seguridad y sensibles al mantenimiento, pero las baterías de plomo-ácido inundadas pueden ser adecuadas para situaciones en las que el ahorro de costes iniciales es primordial y el mantenimiento regular es factible.

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